77- Los tres obstáculos y los cuatro demonios

Han llegado los dos hombres que usted envió portando sus diversos obsequios. También he escuchado que el sacerdote Ben, en la carta que escribió, se refirió a su sinceridad.

En este escrito quiero aconsejarle con respecto a lo más importante para usted.
En los días Primero y Medio de la Ley el mundo no cayó en la decadencia, porque era común que aparecieran sabios y venerables, y que las deidades celestiales protegieran al pueblo.
No obstante, en el Último Día de la Ley la gente se ha vuelto tan codiciosa que no cesan de estallar conflictos entre soberanos y súbditos, padres e hijos, hermanos mayores y menores, y, con mucha más razón, entre personas que no guardan ningún vínculo.


Cuando se producen estos enfrentamientos, las deidades abandonan el país y, entonces, comienzan a surgir las tres calamidades y los siete desastres, hasta que en el cielo asoman uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis o siete soles.
Las plantas y los árboles se marchitan, se secan los ríos y riachos, la tierra se calcina como si fuera carbón, y el mar borbotea como aceite hirviendo. Por fin, la atmósfera se satura de llamas, que surgen del infierno del sufrimiento incesante y llegan hasta el cielo de Brahma. Tal es la devastación que se producirá cuando el mundo llegue a su etapa de disolución final.

Todas las personas, sea cual fuere su jerarquía o posición social, consideran natural que los hijos obedezcan a los padres, que los súbditos sean leales a su gobernante, que los discípulos sigan a su maestro. Pero últimamente parece ser que el pueblo de nuestra época, embriagado por el vino de la codicia, el odio y la estupidez, ha tomado la costumbre de traicionar al soberano, despreciar a los padres y burlarse de sus maestros. Lea una y otra vez la carta anterior, donde le expliqué que, por supuesto, uno debía obedecer a su maestro, a su soberano y a sus padres, pero que si ellos actuaban mal, la verdadera forma de serles leal era mostrarles su error.

Hace poco su hermano mayor, Uemon no Sakan, volvió a ser desheredado por su padre. Cuando la esposa de usted vino a visitarme, le advertí que, sin falta, él sería otra vez desheredado y que a mí me preocupaba la forma en que usted, Hyoe no Sakan, podría verse afectado. Por eso le pedí que se preparara para lo peor. Esta vez, estoy seguro de que usted abandonará la fe. Si lo hace, no tengo la menor intención de reprochárselo. Pero, de la misma manera, tampoco culpe usted a Nichiren cuando se encuentre en el estado de infierno, ya que la responsabilidad de ningún modo será mía. Es un hecho innegable que el fuego, en un instante, puede reducir a cenizas un milenario campo de espartos secos o que una sola palabra es suficiente para arruinar cien años de virtud ininterrumpida.

Su padre, Saemon no Tayu, hoy parece ser enemigo del Sutra del loto. Pero su hermano, Uemon no Tayu Sakan, llegará a ser uno de sus devotos. Usted, que sólo piensa en lo inmediato, obedecerá a su padre, y la gente cegada por la ilusión lo felicitará por su lealtad filial. Munemori acató las órdenes tiránicas de su progenitor y, finalmente, murió decapitado en Shinohara. Shigemori desobedeció a su padre y lo precedió en la muerte. ¿Quién fue, en realidad, el hijo más leal? Si usted obedece a su padre, que es enemigo del Sutra del loto, y abandona a su hermano, que es devoto del vehículo único, ¿cree estar cumpliendo su deber filial?

En última instancia, lo que debe hacer es decidirse a perseverar en el Camino del Buda con actitud pura y sincera, tal como está haciendo su hermano. Su padre es como el rey Adorno Maravilloso, y ustedes dos son como los príncipes Acervo de Pureza y Ojos Puros. La época es distinta, pero el principio del Sutra del loto es exactamente el mismo. Hace poco, el sacerdote laico de Musashi abandonó su inmenso territorio y a sus muchos súbditos para retirarse de todos los asuntos mundanos. Si usted elige congraciarse con su padre para heredar una pequeña finca privada, a costa de descuidar su fe y caer en los malos caminos, no me eche la culpa a mí. Con todo, a pesar de mis advertencias, esta vez siento que usted volverá las espaldas a la fe.

Y lo digo con gran pesar, porque si bien hasta ahora usted ha sido perseverante, todavía puede caer en los caminos del mal. Si, por una de esas posibilidades que se dan en cien o en mil, decide seguir mis enseñanzas, entonces encare a su padre y dígale: «Puesto que soy su hijo, mi deber es obedecerle, pero como usted se ha convertido en enemigo del Sutra del loto, prestarle obediencia sería contrario a la devoción filial. Por tal motivo, he resuelto distanciarme de usted y seguir a mi hermano. Si lo deshereda, sepa que también estará desheredándome a mí». Y no sienta el más mínimo temor en su fuero interno. Lo que a uno le impide manifestar la Budeidad es la falta de valentía, aunque haya profesado la fe en el Sutra del loto muchas veces a lo largo de innumerables kalpas.

Sin duda, hay algo extraordinario en el flujo y reflujo de las mareas, en el recorrido de la Luna desde que asoma hasta que se pone, en la forma en que el verano, el otoño, el invierno y la primavera se suceden unos a otros. También ocurre algo inusitado cuando una persona común logra la Budeidad. En ese momento, invariablemente aparecen los tres obstáculos y los cuatro demonios; pero cuando ello sucede, los sabios se regocijan, mientras que los necios se echan atrás.

Hace mucho tiempo que quería decirle todo esto, ya fuese a través de mi propio emisario o por cualquier otro medio. Por eso le agradezco tanto que usted haya enviado a sus mensajeros. Pienso que, si se propusiera abandonar la fe, con toda seguridad no se habría tomado la molestia de hacerlos venir. Por eso, con la esperanza de que tal vez no sea demasiado tarde, me he puesto a escribirle esta carta.

Lograr la Budeidad es realmente difícil; más aún que la hazaña de clavar una aguja sobre la cima del monte Sumeru de este mundo y, después, desde la cumbre del monte Sumeru de otro planeta, lanzar un hilo y enhebrar la aguja con precisión. Para sumar dificultad a la proeza, digamos que hubiese que hacerlo con el viento en contra. El Sutra del loto señala: «Transcurrirá un tiempo inconcebible, un millón de millones de decenas de miles de kalpas, antes de que, por fin, uno pueda escuchar el Sutra del loto. Pasará un tiempo inconcebible, un millón de millones de decenas de miles de kalpas antes de que los budas, los Honrados por el Mundo, prediquen este sutra. Por lo tanto, cuando sus practicantes escuchen un sutra como este, una vez que el Buda haya entrado en la extinción, no deberán albergar dudas ni mostrar perplejidad». Este pasaje es muy inusitado, aun dentro de los veintiocho capítulos del Sutra del loto.

Entre la «Introducción» y el capítulo «Maestro de la Ley», aparecieron numerosos seres humanos y seres celestiales, creyentes de las cuatro clases, y criaturas de las ocho clases de seres no humanos —⁠que se encuentran en el nivel de la iluminación casi perfecta o en niveles inferiores⁠—, pero hubo solo un buda: Shakyamuni El Que Así Llega. Así pues, aunque parezcan intrascendentes, estos capítulos tienen gran importancia.


Con todo, los más importantes son los doce que van desde «La Torre de los Tesoros» hasta «La transferencia». Y ello se debe a que en estos capítulos, en presencia del buda Shakyamuni, apareció la Torre de los Tesoros del buda Muchos Tesoros. Fue como si hubiese salido el Sol frente a la Luna. Los budas de las diez direcciones estaban sentados bajo los árboles, y fue como si las hierbas y los árboles de todos los mundos de las diez direcciones se hubiesen prendido fuego. En este marco se expuso el pasaje antes citado.

El Sutra del nirvana expone: «La gente ha estado sufriendo desde hace incontables, innumerables kalpas. Si uno juntara los huesos que ha dejado a su muerte durante el transcurso de un kalpa, formaría una pila tan alta como el monte Vipula, cercano a Rajagriha; si uno acumulara la leche que ha mamado durante el transcurso de un kalpa, vería que es cuantiosa como el agua de los cuatro mares. Pero incluso el caudal de los cuatro mares sería inferior a la sangre que uno ha derramado y a las lágrimas de pesar que uno ha vertido por la muerte de sus padres, hermanos, esposas, hijos y parientes.

Y aunque uno usara todas las plantas y los árboles que crecen sobre la tierra para hacer tarjas de cuatro pulgadas y emplearlas para contar, no le alcanzarían para calcular la cantidad de padres que uno ha tenido a lo largo de todas sus existencias pasadas». Estas son las palabras que pronunció el Buda en el bosquecillo de árboles sal, el último día de su vida. Así que usted debería prestarles la más estricta atención. Lo que quieren decir es que el número de padres que usted ha tenido durante el transcurso de innumerables kalpas es imposible de contar, aunque uno utilizara todas las tarjas de cuatro pulgadas que se pudieran obtener talando todas las plantas y los árboles que crecen en los mundos de las diez direcciones.

De modo que usted ha tenido infinidad de padres en sus existencias pasadas y, sin embargo, en todo ese tiempo jamás conoció el Sutra del loto. Esto nos muestra que es fácil tener padres, pero difícil conocer el Sutra del loto. Ahora bien, si usted desobedece las palabras de un padre, que es fácil de encontrar, y sigue a un amigo del Sutra del loto, que aparece raramente, no sólo podrá lograr la Budeidad, sino también guiar a la iluminación a ese padre a quien no quiso obedecer.

Por ejemplo, el príncipe Siddhartha fue primogénito del rey Shuddhodana. El deseo del padre era que el hijo lo sucediera en el trono y gobernase la nación; de hecho, lo nombró príncipe heredero. Pero el joven contravino los deseos de su padre y escapó del palacio al amparo de la noche. El Rey se enfureció al ver la conducta poco filial de Siddhartha, pero cuando este logró la Budeidad, lo primero que hizo fue convertir a sus padres, el rey Shuddhodana y la dama Maya.

Ningún padre exhortaría a su hijo a renunciar al mundo para ir en pos de la Budeidad. Pero, aunque así ocurriera, en su caso en particular los sacerdotes de la escuela Nembutsu y los que observan los preceptos han inducido a su padre a aliarse con ellos para hacer que usted y su hermano abandonen la fe. Me han dicho que el sacerdote Dos Fuegos está persuadiendo a los demás a entonar un millón de veces el Nembutsu para crear discordia en la población y destruir las semillas del Sutra del loto.

El sacerdote laico del Gokuraku-ji parecía ser un hombre admirable, pero, engañado por los sacerdotes del Nembutsu, me hizo blanco de su enemistad y, a raíz de ello, él y todo su clan han tenido que enfrentar la ruina. Sólo ha sobrevivido el señor de Echigo. Usted pensará que los que creen en el sacerdote Dos Fuegos están prosperando, pero ¡vea lo que ha sido del clan Nagoe, que pagó la construcción del templo Zenko-ji, el Choraku-ji y el Daibutsu-den! Por su parte, el señor feudal de Sagami hoy gobierna el Japón, pero por su comportamiento se ha ganado un enemigo casi tan grande como el continente de Jambudvipa.

Aunque usted abandone a su hermano y ocupe el lugar de él en el corazón de su padre, no logrará prosperar en mil o diez mil años. No hay forma de saber lo que sucederá con usted ni siquiera en el futuro cercano; ¿cómo puede estar tan seguro de que la prosperidad lo acompañará toda la vida? Por eso, decídase a pensar seriamente en su felicidad en la próxima existencia. Ahora que he escrito todo esto, se me ocurre que esta carta quizá sea en vano, y se me van las ganas de seguir escribiendo. Pero tal vez le sirva de recordatorio en el futuro.

Con mi profundo respeto,

Nichiren

En el vigésimo día del undécimo mes.

Respuesta a Hyoe no Sakan.

Antecedentes

Esta carta fue escrita a Hyoe no Sakan Munenaga, el menor de los dos hermanos Ikegami. Aunque, en principio, se había estimado que la fecha de este escrito correspondía al primer año de Kenji (1275), luego se estableció que fue redactado en 1277. Según se cree, Munenaga se convirtió a la fe en las enseñanzas del Daishonin alrededor de 1256, poco después de su hermano Munenaka. Ambos eran funcionarios del sogunato de Kamakura, y su padre, Yasumitsu, era director de una dependencia gubernamental: la Secretaría de Construcción y Mantenimiento.

Yasumitsu era un leal seguidor del sacerdote Ryokan, exponente de la escuela Palabra Verdadera-Preceptos, quien además era un hombre activamente involucrado en política. El padre se oponía de manera rotunda a la creencia de sus hijos; de hecho, en dos oportunidades desheredó a Munenaka, en 1275 y en 1277. Con esta medida punitoria, lo que el padre buscaba era crear una ruptura entre los dos hermanos, creyendo que así el menor —⁠que era más débil⁠— se vería tentado de abandonar la fe a cambio de ocupar el lugar vacante de heredero. Sin embargo, con el aliento y la orientación del Daishonin, Munenaga mantuvo sus convicciones en estrecha unión con su hermano, y, en 1278, cuando ambos llevaban veintidós años de práctica, en un esfuerzo conjunto, lograron que su padre abrazara la fe en las enseñanzas de Nichiren Daishonin.